El desencanto se expresa de diferentes maneras en Venezuela, pero está ahí, omnipresente. Intolerancia, agresividad, pasotismo, rabia, depresión o ganas de marcharse para siempre. En la calle se respira cada día. Los mismos temas, la misma frustración. No hay dólares, no hay azúcar, todo está caro, se fue la luz, Chávez dice tal cosa, la oposición no dice nada, el tráfico es infernal...
El país no consigue parecerse en nada al que uno y otros sonaron y, al final siempre queda un regusto de melancolía. Sobre todo en personas que han invertido mucho tiempo y trabajo en intentar en vano cambiar las cosas.
En Caracas, trece años después de la llegada de Chávez al poder, la desigualdad sigue golpeándonos en la cara. Los «ranchos», las precarias casuchas de las barriadas sin fin, crecen cada día un poco más y acorralan a la ciudad,
abarrotada de gentes y de vehículos. [...]
- ¿Qué ha significado el chavismo entonces? Esta es la revolución de las expectativas.