La lucha contra la violencia de género: Vivencias de un policía es una obra que emana esperanza. En ella se recogen un total de seis relatos, basados en investigaciones1 reales. [...] Cada historia viene seguida de reflexiones en las que se responden preguntas tales como: ¿Sufre mi vecina maltrato?, ¿necesita ayuda?, ¿de qué manera podemos prevenir esta violencia?, ¿soy víctima de violencia machista?
Mi nombre es Álvaro y soy feminista, así, sin más. La idea de embarcarme en este proyecto literario tomó forma durante un curso de formación en Madrid, que versó - como no podía ser de otra manera - sobre tratamiento de la familia y la mujer desde una perspectiva policial [...] durante una conferencia impartida por Marina Marroquí, presidenta de la Asociación ilicitana de víctimas de Violencia de Género. Esta mujer había sufrido la violencia machista en sus propias carnes2, si bien se presentaba como una superviviente, alguien que con una sonrisa en la cara te relata una historia con final feliz. Sí, sobrevivió. Porque es posible salir. Voy más allá, es posible salir y combatir al agresor, como intentaré haceros ver a lo largo de esta obra. [...]
Bien, de vuelta al relato que nos ocupa, [...] le dije a Miriam que no era necesario que tomara la decisión de inmediato, que se tomara el tiempo que necesitara para sopesarlo. Entre tanto, le pregunté si deseaba compartir conmigo su experiencia, a lo que asintió y sin mayor demora, comenzó con su historia.
Conoció a su agresor en el verano de 2015. José era 20 años mayor que ella, circunstancia que en los comienzos determinó que Miriam lo viera solo como un amigo. Él, desde un principio, dejó claro lo que sentía y llevó a cabo un intenso proceso de cortejo3 que finalizó con el inicio de su relación sentimental. En los primeros compases, como todas ya sabéis a la perfección, todo era de película. Él se mostraba cercano4, atento, romántico a más no poder. Un buen día, sin ella darse cuenta, comenzó a desplegar5 conductas un tanto extrañas.
La pasión de los primeros momentos se convirtió en depresión, en tristeza. José lloraba en presencia de Miriam con regularidad. Cuando ella le preguntaba por su actitud, este la achacaba6 a la felicidad que sentía, a una supuesta necesidad de tenerla cerca en todo instante.
Pasaban los meses y Miriam fue testigo de excepción de un giro más en su conducta, un cambio que sería la antesala de la violencia de género. José comenzó a controlarla en exceso. Primero fue la vestimenta. «Cuando te maquillas no estás guapa, de hecho te veo más fea; estás mejor cuando te pones zapatillas7 y ropa deportiva; no me gusta que lleves tacones8 y ropa ajustada». Eran algunas de las frases que José le dirigía, en su afán porque otros hombres no se fijaran en ella. Damos la bienvenida a los celos enfermizos9. De ahí subió al siguiente escalón10: intentar aislar a Miriam de su círculo social. Dicho así parece un proceso fácil y sencillo. Nada más alejado de la realidad. Es, por el contrario, lento, complejo, pues requiere de buenas dotes de persuasión.
Pensad que a las primeras de cambio vuestra pareja, con quien tan solo lleváis unos meses, os da un guantazo11 en la cara. Así, sin previo aviso12. Luego os dice que no tenéis permitido ver a vuestra familia ni amigos, que tenéis que estar con él las 24 horas si no queréis volver a recibir un tortazo13. ¿Qué haríais? Salir corriendo, sin duda. O incluso enfrentaros. Ojalá14 el maltrato fuera tan simple.