La escena del principio pasa en un despacho de la empresa1 Kapek Corp.
La narradora está en el despacho de una empresa decidida a adquirir una androide
de compañía.
[...] Allí estaba Myriam: radiante, encantadora, maquillada pero sin excesos, tan guapa y amable, gentil.
—Siéntese, por favor —me dijo, aunque enseguida sugirió la posibilidad de tutearnos, y yo acepté—. Antes que nada, quisiera hablarte brevemente de nuestra empresa —prosiguió—. Nuestra compañía, como ya sabrás, Emma, es una multinacional con oficinas2 en la práctica totalidad de las ciudades más importantes del mundo. Nuestros principios básicos son honestidad y discreción. Somos honestos porque aseguramos3 no fabricar robots ni androides para la guerra ni para la prostitución; de hecho hemos firmado4 el Protocolo de Reykjavik a este respecto. Sí construimos robots para la navegación espacial y trabajadores manuales, pero sólo para trabajos muy penosos, ya que nuestra empresa no desea contribuir a la pérdida5 de puestos de trabajo humanos; y androides para el servicio doméstico y de compañía. Somos los mejores en nuestra especialidad, no lo dudes6. Nuestros androides son perfectos, por eso son también los más caros. Pero el tema económico no debe preocuparte; lo resolveremos vía crédito en el caso de que tengas algún problema. Y discreción: primero, porque dada la buena calidad de tu sirviente o tu androide de compañía, resultará indistinguible de un humano verdadero; segundo, porque la privacidad de tus datos7 y el secreto de tu caso están totalmente garantizados.
Myriam hablaba pausadamente, aunque con energía y entusiasmo; su discurso consistía, estaba claro, en una serie de frases aprendidas de memoria, pero intentaba transmitir su propia confianza en las mismas y no se limitaba a hablar como... un robot.
[...]
Acababa de cenar cuando llamaron a la puerta de casa. Recordé de pronto —tan agitado había sido el día que lo había olvidado por completo— que Elisa me había dicho que iba pasarse sin falta a recoger unos libros para la biblioteca de su escuela.
[...]
—¿Quieres tomar algo, una infusión, una cerveza, whisky? —empecé a bromear8, porque sabía que era abstemia9.
—Un vaso de agua, por favor —me dijo, y se sentó a hojear los libros que yo donaba, y justo en ese instante me di cuenta de que al lado de éstos, en la mesa, se encontraba
el folleto informativo de la Kapek Corp.
Creo que me ruboricé10. ¿Cómo podría yo explicar a esta mujer a la que había admi- rado tanto por sus ideas, su compromiso11, su fuerza, su seguridad, a la cual asimismo tanto había detestado porque parecía estar por encima de las comunes emociones humanas como el deseo de tener una pareja, que había decidido vivir con una androide? «Eso supone que deseas la compañía de alguien que carece12 por completo de libertad, de voluntad propia —me diría—, y es porque quieres que tu pareja te obedezca en todo y no te cause problemas, postura que me temo remite a13 épocas afortunadamente pasadas de dominio patriarcal —Elisa era feminista: como yo—; o tal vez la cuestión está en que te sientes tan insegura de ti misma y te estimas tan poco que no consideras posible tener una relación buena con una mujer humana», y cuando yo replicase que precisamente la cuestión estaba en que las relaciones humanas que había tenido habían llegado a ser pésimas14 por muy diferentes razones, ella añadiría: «pero la solución no está en buscarse una esclava, sino en reflexionar sobre la causa de ese mal funcionamiento de las relaciones entre personas de verdad. Y en cualquier caso —concluiría, seguro, pues ya se lo había oído decir otras veces— el objetivo de la vida no es tener una pareja a toda costa. Aún no estamos libres de ese lastre15 histórico por el que se supone que una persona que vive sola, sin una relación sexual estable, es menos que las otras. Y encima queremos no sólo tener pareja, sino encontrar la persona ideal, como si eso existiera y no fuese una ilusión que la sociedad nos ha impuesto con el caramelo del romanticismo. En fin, si aparece la persona oportuna, bien; si no ¿qué pasa? Yo, por ejemplo, he decidido no vivir en pareja, después de otra etapa de mi vida en que, con mejor o peor fortuna, sí lo hice. Cuando aceptemos todo eso seremos más libres y nos sentiremos mejor».