Mi idea es escribir un libro, pero no un libro cualquiera1. En este libro quiero dejar marcado: el sudor2, el esfuerzo, la lucha3 diaria y el trabajo de la mujer. Esa mujer que me llena los ojos de lágrimas4, nada más oírla hablar, y me deja una sonrisa al verla reír... Una mujer que luchaba por su casa y su familia. Pies llenos de historias, por subir diariamente un risco de más de 300 metros de altura, con cestos5 llenos de pescado en sus cabezas para truequear6 en los pueblos del norte de Lanzarote. Pues si aún no te has dado cuenta de quien hablo, es de ella. De un ejemplo a seguir, toda una luchadora. «La mujer graciosera».
Un día me siento junto a mi abuela, y la oigo hablar mientras me recuerda sus historias de antaño7. Su trabajo diario, sus subidas y bajadas al risco de Famara. Los días de marisqueo8, cuando iban a coger sal, cuando cuidaban a las cabras, cuando cosían las maravillosas camisas gracioseras, o cuando montaban el tradicional sombrero típico.
Se me vinieron mil cosas a la mente, pero esta es la que más me gustó. Dejar marcado en hojas en blanco, historias de colores. Lágrimas de muchas luchadoras. Cuando una mujer graciosera muere, se lleva consigo marcada en su piel, sus historias, sus recuerdos, sus anécdotas, las risas diarias con sus vecinas. Pero antes de que eso pase, ahí estaré yo, con un bolígrafo y una libreta. Oyendo como las mayores guerreras que conozco me narran la mayor novela, que alguien pueda contar...